De Don Quijote a Harry Potter,
los personajes revelan la cara del autor. Clarín entrevistó a diez escritores
para saber cómo se encuentran y conviven con los protagonistas de sus libros.
Hubo un día en que el profesor
Baer encontró los cuentos de terror de Jo March y le pareció que ninguna mujer
-y menos si estaba por ser su novia- podía escribir esas cosas. Jo March lloró
ese día y prometió escribir cuentos para niños. Fue un día de dolor -en
realidad mucho días, uno por lectora- para miles de nenas de todo el mundo: las
que leyeron, a través de más de un siglo, Mujercitas. Esa renuncia, el punto en
que se somete la rebelde, la independiente, la talentosa Jo, era casi una
amenaza. ¿Era real Jo March? O mejor: ¿qué tienen, cómo están hechos los
personajes de la literatura que se meten en nuestra vida?
Una primera respuesta la da Luigi
Pirandello, el autor italiano que en 1921 dio a conocer su obra de teatro Seis
personajes en busca de un autor. “Los personajes -dice- no deben aparecer como
fantasmas sino como realidades creadas, construcciones inmutables de la
fantasía: más reales y más consistentes, en definitiva, que la voluble
naturalidad de los actores”.
Por obra de la literatura, un
enamorado es un Romeo, pero si las familias se llevan mal son Montescos y
Capuletos. Shakespeare los creó hacia 1595, cuando los barcos cruzaban los
mares cargados de esclavos. Shakespeare, sus contemporáneos, los poderosos de
su época son menos que polvo. Los personajes siguen vivos. Pero claro que no
cualquier personaje vive: ésa es labor del autor.
“Yo quisiera, y me esfuerzo para
que así sea, que mis personajes sean ellos mismos y no hechos a imagen y
semejanza del autor”, dijo en 1987 Adolfo Bioy Casares. “Trato de no
transmitirles cosas mías, de mi formación intelectual”, había dicho en 1976.
Hay personajes que tienen más de
una vida, sin que haya cambiado una letra del texto original. Uno de esos casos
es el de Martín Fierro. Antes de que el Martín Fierro fuera el poema nacional,
el libro de José Hernández era leído como un texto campero más, escrito como
protesta por las condiciones de vida de los gauchos en los fortines. Poco
después del Centenario, Leopoldo Lugones hizo una serie de conferencias en el
Teatro Odeón donde se ocupó de canonizar el poema. Lugones presentaba al gaucho
como símbolo de la nacionalidad y de paso lo contraponía a una inmigración
creciente. Quedaron de lado sus borracheras y su rebeldía y Fierro encarnó las
virtudes nacionales. Borges, que discutía a Lugones, discutió también esta
idea: “Nuestra historia es mucho más completa que las vicisitudes de un
cuchillero de 1872, aunque esas vicisitudes hayan sido contadas de un modo
admirable”.
En 1963, Julio Cortázar escribió
Rayuela y allí apareció La Maga,
una mujer bohemia, que se cita al azar con su amante, Horacio Oliveira, en
cualquier esquina de París. Muchas mujeres quisieron ser La Maga, muchas cosas llevaron
su nombre o el de Rocamadour. ¿Fue un personaje pensado hasta el más mínimo
detalle? La Maga
es montevideana, del barrio del Cerro. ¿Por qué? Cortázar lo dijo con
sencillez: “Ahora, por qué la puse a ella ahí, no lo sé. Porque no hay que
olvidarse de lo que se cuenta cuando La
Maga recuerda lo que le había pasado con un negro y habla de
lo que era la casa. Allí se describe un conventillo y me pareció que el Cerro
venía bien para ubicarla”.
Si se hace una lista de
personajes temerarios, allí estará Carrie White, esa estudiante frágil de la
que se burlan sus compañeros. Stephen King, su autor, sabe de dónde salió
Carrie: lo mandaron a limpiar un vestuario femenino. Días después “me acordé
del vestuario y empecé a visualizar la escena inicial de un relato: un grupo de
niñas duchándose sin intimidad y una de ellas empieza a tener la regla. Lo malo
es que no sabe qué es y las demás empiezan a burlarse de ella y a tirarle
compresas...” Esta imagen se combinó con un recuerdo: King leyó un artículo
sobre la facultad de mover objetos con el pensamiento. “Ciertas pruebas
apuntaban a que la gente joven era más propensa a tener esa clase de poderes,
sobre todo las niñas en el inicio de la adolescencia, cuanto tienen la primera...”
Se habían unido dos ideas. Hecho.
“Hago los personajes para que
vivan su propia vida”
RAY BRADBURY
Es estadounidense. Escribió
Crónicas marcianas; El hombre ilustrado; Fahrenheit 451; Cuentos del futuro y
Las doradas manzanas del sol.
Yo diría que creo mis personajes
para que vivan su propia vida. En realidad, no soy yo quien los creo a ellos
sino que son ellos quienes me crean a mí. Lo que tengo claro cuando escribo, es
que quiero que los personajes vivan al límite de sus pasiones y de sus
emociones. Quiero que amen, o que odien, que hagan lo que tengan que hacer,
pero que lo hagan apasionadamente. Es eso, esa pasión, lo que la gente recuerda
para siempre en un personaje. Pero no tengo un plan preconcebido: quiero vivir
las historias mientras las escribo. Le doy un ejemplo sobre cómo es mi relación
con los personajes. Es algo que me pasó: el personaje principal de Fahrenheit
-obligado a quemar libros- vino un día a mí y me dijo que no quería quemar más
libros, que ya estaba harto. Yo no tenía opciones, así que le contesté: “Bueno,
como quieras, deja de quemar libros y listo”.
De modo que él no quemó más
libros y así terminó escribiéndose esa novela.
“Entre las tensiones y la actitud
liberadora”
PAULO COELHO
Es brasileño. Integra la Academia de Letras del
Brasil. Escribió, entre otros: El alquimista; La quinta montaña; Brida y
Veronika decide morir.
Todo hombre pasa -según mi
entender- por un proceso que es semejante al de un volcán. Se va acumulando
masa y en la superficie no se transforma nada. El hombre, entonces se pregunta:
“¿acaso mi vida será siempre así?”. En un momento dado empiezan los síntomas de
la erupción. Si el hombre es una persona inteligente, dejará que la lava salga
y se transforme el paisaje que lo rodea. Si es un burro, tratará de controlar
la explosión; a partir de ese punto toda su energía se gastará en el intento de
mantener ese volcán bajo control. Yo fui lo bastante pragmático como para
entender que era necesario aceptar una cierta medida del dolor de la explosión
para después poder alegrarme con el nuevo paisaje. Así es como los personajes
de todos mis libros viven entre estos dos mundos: uno de ellos es el mundo en
que rige el aumento de las tensiones. El otro, es el de la actitud de
liberación.
“El novelista es como un médium
de ese individuo”
ROSA MONTERO
Es española. Escribió, entre
otros: La hija del caníbal; Crónica del desamor; Te trataré como a una reina:
El corazón del tártaro, Amado amo y Bella y oscura.
Los personajes aparecen en tu cabeza
en primer lugar muy pequeños, reducidos a una imagen, o una frase, o un gesto,
una característica, una decisión, algo... es un núcleo sustancial a partir del
cual ese personaje se va construyendo. Y lo desarrollas viviéndote dentro de
él, es decir, es el personaje el que te va enseñando cómo es.
El novelista debe de ser lo
suficientemente humilde como para dejar de lado su voluntad, digamos, y hacer
caso a lo que el personaje le va contando de sí mismo... en algún sentido, el
novelista es como un médium de ese individuo. La creación de una novela es muy
semejante a un sueño. Tú no escoges el sueño que vas a tener, por el contrario
el sueño se te impone. Por eso, cuando el escritor tiene verdadero talento, a
veces los personajes le sacan de sus propios prejuicios. Por ejemplo, Tolstoi,
que era un machista terrible y un reaccionario, escribió Anna Karenina
queriendo hacer un libro contra el progreso; su idea primera era contar cómo el
progreso era tan malo que incluso las mujeres se hacían adúlteras. Pero luego
su personaje, Anna, le arrastró hacia algo mucho más verdadero, hacia un libro
que denuncia el sexismo, la doble moral burguesa, la opresión de las mujeres.
Todo eso se lo contó Anna a Tolstoi.
“Surgen de algún lugar entre los
sueños y la esperanza”
ÁNGELES MASTRETTA
Es mexicana. Escribió El mundo
iluminado; Mal de amores, Arráncame la vida, Mujeres de ojos grandes; Puerto
libre y Ninguna eternidad como la mía.
Ojalá tuviera claro cómo se
construye un personaje. Si lo supiera estaría construyendo uno tras otro.
Yo creo que los personajes se
crean dentro de uno, mucho antes de que uno se atreva a contarlos. A veces,
irrumpen sin más a media tarde y convierten todo en una feria de lo
desconocido. ¿De dónde salió esta mujer? ¿De dónde este hombre solitario? ¿De
dónde este padre entrañable? ¿De dónde esta vendedora? ¿De dónde el encantador
viejo que adivina las cosas? No sé.
De algún lugar entre los sueños y
la esperanza, de un recóndito abismo que se guarda nuestros secretos y los pone
de pronto sobre la mesa.
Yo veo a los personajes y los
oigo desde antes de escribirlos; sin embargo, mientras los escribo veo cómo se
convierten en seres vivos, con los que soy capaz de dormir y a los que recurro
mucho tiempo después cuando necesito consuelo y quiero reírme o me urge alguien
con quien echarme a llorar.
Cuando termino uno novela,
extraño a los personajes que dejé ahí. Sobre todo extraño a los padres de
Emilia Sauri, a su tía Milagros, a la Prudencia Migoya
de Ninguna.
“Nunca pueden sustraerse a la
historia del autor”
FEDERICO ANDAHAZI
En 1996 ganó el Premio Fortabat
por El anatomista. También escribió Las piadosas, El príncipe, El árbol de las
tentaciones y El secreto de los flamencos.
Un personaje se construye con
distintos fragmentos de la subjetividad del autor. Por menos autobiográfico que
se pretenda un personaje, nunca puede sustraerse a la historia de su creador.
Esta dimensión debe pasar inadvertida para el lector y, en el mejor de los
casos, también para el autor.
El personaje tiene que resultar
verosímil. Debe cobrar “vida” y generar la ilusión de que es independiente del
autor. Desde el Quijote hasta Joseph K., los grandes personajes encarnan el
lugar del héroe. Sin dudas, que sea recordado depende del grado de identificación
que ejerza sobre el lector. No hay otro secreto.
Para que un personaje sea sólido,
el lector tiene que hacerse una representación clara de su fisonomía. Las
características físicas, en general, deben ajustarse a sus rasgos espirituales.
Para lograr una dimensión visual del personaje, muchas veces es más convincente
una descripción anímica que una larga y enumerativa descripción física. Y a la
inversa, a veces una brevísima descripción física puede definir el carácter. En
ningún caso el aspecto del personaje debe quedar enteramente librado a la
imaginación del lector. La composición del personaje tiene que estar supeditada
a las necesidades narrativas, incluso en detalles en apariencia
insignificantes.
“Viven en un misterio que revelan
con sus acciones”
ANTONIO SKARMETA
Es chileno. En 2001 ganó el
premio Medicis, francés, por La boda del poeta. Es el autor de El cartero de
Neruda, No pasó nada y La chica del trombón.
Lo que hace atractivo al héroe es
su fluidez. Es decir, el tránsito desde lo que ese ser cree ser hacia el ser
que quiere ser. Por lo tanto, un personaje es siempre un proyecto. Lo que él es
viene también determinado por la manera como lo ven los otros personajes. En la
novela contemporánea un personaje es una relación. El personaje no debe
preexistir a la novela. Son los actos los que lo moldean, las opciones que
toma. Lo ideal es que el personaje entre levemente en nuestra existencia y que
nos anuncie que espera un cambio, acaso de tal magnitud, que nos lleve con él
hacia una metamorfosis. También es posible que el héroe se mantenga en sus
posiciones y sea deteriorado por la realidad cambiante. En la construcción de
la narradora y protagonista de La chica del trombón tuve que ser muy diligente.
En ella se produce la situación paradójica de que es una chica huérfana sin
prehistoria y obligada a buscar sus raíces en el futuro. Esto define su
carácter: es alguien que está moldeándose en algo impreciso. Un personaje es
una encrucijada de opciones. Los grandes personajes de la literatura están
consumidos por la sensación de que habitan en un misterio que deben revelar con
sus acciones. Lo que los define es el riesgo. Desde allí irán al fracaso, o a
la gloria.
“Se va construyendo a sí mismo en
cada página”
LEOPOLDO BRIZUELA
Ganó el Premio Clarín de Novela
en 1999, por Inglaterra. Una fábula. También es autor de Fado (poemas),
Tejiendo agua y El placer de la cautiva.
En el principio hay una imagen,
de la realidad o de los libros, que me impresiona, y a la que le invento una
historia.
Sólo una vez que cuento con esa
historia, con esa estructura, me pongo a imaginar, sin apuro, como quien deja
madurar una fruta en el árbol -un árbol que prescinde de cualquier tipo de
exigencia ajena-, qué personajes podrían protagonizarla.
Todo depende, también, del género
en que esa historia pida ser contada: si es un melodrama, o una fábula, o un
relato gótico, voy imaginando el personaje a partir de un rasgo predominante,
el que le permite insertarse en la trama.
Si es un relato realista, en que
los personajes aparentan tener las mismas complejidades de las personas reales,
incluso en el hecho de tener contradicciones, necesito conocerlos a tal punto
que, sea cual sea la situación en que los ponga, los enfrente a quien los
enfrente, puedan reaccionar con fidelidad a su propia esencia.
Sin embargo, lo más difícil es
que, a diferencia de otros elementos como el espacio o un paneo sobre la época
de los acontecimientos, el personaje se va construyendo en cada página.
Así, va enriqueciéndose a sí
mismo en cada nueva acción, corrigiéndose a sí mismo en cada nueva palabra,
connotando, además, su época, su espacio, y por supuesto, a su propio autor.
“Se va tratando de recordar la
forma de ser de alguien”
MARCOS AGUINIS
En 1970 ganó el premio Planeta
español por La cruz invertida. Escribió: Carta esperanzada a un general, La
conspiración de los idiotas y La gesta del marrano.
Los personajes vienen al autor en
forma inesperada. Buscan al autor y esperan que los tengan en cuenta.
Si ya tengo los personajes
principales de una novela, los secundarios estarán en las antípodas, aunque se
alejen de los gustos del autor. Fray Bartolomé Delgado, de La gesta del
marrano, fue creciendo a partir de que yo quería poner frente al personaje
central una fuerza detestable, opresiva. Es un personaje que tiene rasgos
grotescos, con dulzura y cinismo.
Cuando uno busca un personaje
positivo va tratando de recordar la forma de ser de alguien. Yo, en lo físico,
marco algunos rasgos notables que alcanzan para recordarlo y nada más.
A veces influyen personajes de
otros libros, pero es peligroso usarlos, aparece eso que se llama
intertextualidad y puede ser plagio.
En algunos personajes no hace
falta recordar su pasado, basta con alguna característica hecha con la economía
de una caricatura. En otros sí, el pasado explica el presente, pero esto no
debe presentarse en forma mecánica: la conducta en el presente debe sorprender
al lector. Si no, el libro sería un ladrillo.
Un personaje es creíble cuando
habla y se comporta de acuerdo a lo que sus rasgos más fuertes determinan. En
vez de describirlo, prefiero dejarlo actuar. Y que el lector saque sus
conclusiones.
“Los personajes son como el amor
a primera vista”
MARIA ESTHER DE MIGUEL
Ganó los premios Nacional y
Planeta, entre otros. Es autora de La amante del Restaurador y Las batallas
secretas de Belgrano y otros.
Al principio tenés la intuición
de algo. Pensás: “quiero un asesino, quiero un héroe, quiero una mujer
enamorada”.
A veces robás sus características
de la realidad: tomás una cara, una voz... A veces los sacás de otra novela. A
medida que avanza la historia vas encontrando los detalles y muchas veces
retrocedés para agregarlos.
De entrada, no tengo un personaje
acabado, ni siquiera cuando se trata de personajes históricos. En la Historia están los datos,
las fechas, las familias. Pero el personaje lo armás vos con tu imaginación.
Si en el imaginario colectivo un
personaje es de determinada manera no te podés apartar mucho. El personaje
histórico da más trabajo en lo técnico, más trabajo artesanal. No podés zafarte
de los documentos. Yo, cuando dudaba, les daba un golpe de teléfono a
historiadores como Félix Luna o a Hebe Clementi o a María Sáenz Quesada.
Cuando trabajé sobre Urquiza me
fueron surgiendo escenas: como podía ser una tertulia, qué conversaciones podía
tener. Ahí salió el hombre culto, el estadista, el guerrero.
Como el amor a primera vista, los
personajes aparecen con sus características. Hay cosas que son como los huesos:
no se modifican. Un personaje vivo no es flan, como yo no he sido un flan en mi
vida.
“Un universo de seres reales son
nuestro modelo”
ALICIA STEIMBERG
Ganó el Premio Planeta en 1992
por Cuando digo Magdalena. Entre sus libros están: Músicos y relojeros;
Amatista; El árbol del placer y La selva.
Hay varias maneras de construir
un personaje.
¿Cómo construí yo el personaje de
la abuela en Músicos y relojeros? Recordando a mi abuela materna y haciendo de
ella un retrato más bien maligno.
¿El norteamericano enamorado de
la protagonista de La selva? Juntando a varios gringos simpáticos que conocí en
Estados Unidos y fundiéndolos en uno solo, a mi gusto.
¿A la protagonista de Cuando digo
Magdalena? Mirándome en un espejo que exaltara mis rasgos más aceptables.
¿A Amatista? Mezclando mis
fantasías adolescentes de una mujer sensual y atractiva con la imagen de las
actrices de la década del cincuenta.
Los personajes de Amatista en
general son puro invento, pero cuando hablamos de inventar no olvidemos que
tenemos a nuestro alrededor un universo de seres reales que son nuestro modelo
obligado. Si yo presento un caballero del monóculo ligeramente perverso, el
lector creerá que es invento puro, pero en realidad lo saqué de una vieja caja
de galletitas Tentaciones donde se ven damas y caballeros de la década del
veinte que a la vez representaban a las personas de clase alta de la década del
20 en Buenos Aires.
Si alguien me acusa de no haber
sido fiel a la verdad, le preguntaré dónde firmé yo una promesa de que diría la
verdad.
Excelente aporte, que nos acerca a la creación literaria y a ese arte de crear vidas y personajes. Un interesante artículo que me ha gustado leer y que releeré, seguramente. Riqueza, sin duda.
ResponderEliminarSí, estoy de acuerdo. Magnífico artículo. Un saludo.
ResponderEliminarBuen blog. Interesantes temas.Sigan adelante.
ResponderEliminar